El canal imperial

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En un de aquellas excursiones matinales con mi hermana buscando aventuras nos alejamos bastante Canal arriba y encontramos un barco mucho mayor que mi lancha, todo blanco y en forma de cisne. Cabrían en él unas veinte personas y lo conducía un caballo blanco también que tiraba de él mansamente a lo largo de la verde orilla…

El cisne erguía su cuello en la proa en forma de interrogación y llevaba entre sus alas un poco separadas dos filas paralelas de cómodos asientos para los excursionistas. ..

— Esta debe ser la góndola que lleva la gente a la Quinta Julieta. He oído hablar de ella. Pero yo seguía sin entender: — ¿Qué es la Quinta Julieta? Mi hermana me decía dando a su voz inflexiones acariciadoras: — ¿No lo sabes? Es un lugar paradisíaco. Un verdadero rinconcito del cielo. — Bueno, ¿pero es público? — Sí, claro. — ¿Y qué hay allí? — Pues ¿qué quieres que haya? Paseos, glorietas, césped, cenadores románticos, rincones floridos, rosaledas. Ya te digo, un paraíso. Y es público. Bueno, se paga una peseta por el viaje en la góndola y por la entrada, todo junto….Comenzaba el otoño en la Quinta Julieta y el aire tomaba olor de metal en las arboledas. En algunas partes las hojas amarilleaban…— ¿No habéis visto — decía — que a los lados de los caminos crecen plantas y flores especiales que no se ven en otras partes? Es porque se acercan para ofrecerse a los hombres que pasan. Valentina no acababa de entender aquello y respondía: — Ya veo. Esas son las plantas que ponen los peones camineros. Confieso que cuando salimos del parque me sentí más tranquilo. Comenzaba a tener miedo de toda aquella belleza inútil sobre todo estando con Valentina. Tenía miedo por ella. Más tarde aprendí el verdadero peligro que hay en toda verdadera belleza. Entonces sólo tenía el presentimiento.  

En estos fragmentos, desde su forzado exilio, evocaba el escritor aragonés Ramón J. Sender una parte de San José, la del Canal Imperial, en su extensa obra Crónica del alba. Y con este artículo también queremos rememorar y reivindicar algo tan destacado para nuestro barrio como fue el Canal, y que esperamos lo continúe siendo.

La fisionomía del distrito de San José sería bien distinta si en el año 1782 Ramón Pignatelli no hubiese traído las aguas del Canal Imperial a la ciudad de Zaragoza. Esta infraestructura hidráulica transforma tanto el paisaje como la economía de la zona. Así en 1786 se inaugura el Puerto de Miraflores y, según la Guía de Zaragoza de 1860, la zona se dota con talleres de carpinteros, herrería y construcción de barcos, almacén y central de herramientas de caminos, residencia de empleados, sierra de agua, molinos… y hasta con una iglesia (la de San Fernando).  El Canal también representa el regadío de las tierras de secano de la partida de Miraflores con una tupida red de acequias y riegos, conservados hasta nuestros días,  que transportaban los caudales que sirvieron de fuerza motriz a harineras como la de Morón, a textiles como la fábrica Pina o a la cervecera La Zaragozana. Todo esto se debía al Canal y a sus aguas.

Pero además el Canal a su paso por San José, la orilla izquierda, supuso un atractivo corredor que gustaba frecuentar la burguesía zaragozana y donde se asentó la ya citada Quinta Julieta o pequeñas villas como la del Doctor Artero. En sus proximidades se ubica un promontorio desde donde se divisa buena parte de la ciudad, el Cabezo Cortado, y que  concitaba a buena parte de los próceres locales, como recoge Juan José Gárate en su óleo Vistas de Zaragoza, de 1908.

Los vecinos del barrio, durante décadas, frecuentaban el Canal como un espacio del que disfrutar, como un lugar de encuentro. Pero, lamentablemente, en pleno S.XXI no podemos decir lo mismo. Los fastos de la Expo Zaragoza 2008 llevaban aparejados millonarias inversiones de acondicionamiento del Canal a su paso por la ciudad, pero en lo que respecta a San José todo quedó en agua de borrajas. Y desde ese mismo instante, en que su acondicionamiento pasó de largo,  la Asociación de Vecinos de San José ha reivindicado a las administraciones públicas competentes esa “deuda histórica” para con el barrio.

Cualquier ciudadano que transite por  la orilla izquierda encontrará maleza sin desbrozar que impide el paseo junto al cauce, tapias de viejos edificios que amenazan ruina, tráfico de vehículos en muchas ocasiones con velocidad excesiva, quitamiedos propios de autopistas, terrenos abandonados expectantes para futuros y especulativos desarrollos urbanísticos… y poco más. Frente a este gran dislate el movimiento vecinal apuesta porque se cumpla lo ya escrito sobre el papel y que el Canal sea lo que fue antaño: un corredor, un anillo verde que envuelva la ciudad.

Sabedores de los limitados recursos,  con los pies en la tierra, no demandamos un brindis al sol. Simplemente reivindicamos el viejo camino de sirga junto a nuestra orilla por el que poder pasear, unos pocos bancos donde reponer fuerzas, algún panel informativo que nos ilustre de la historia o del medio natural. Nada más. Que se inicie la adecuación desde el Cabezo Cortado, para proseguir en dirección al Puente de América, pues se trata de un monte municipal que precisa de una mínima intervención para su acondicionamiento. Que se actúe, en virtud de las consignaciones presupuestarias, con partidas plurianuales. Que todas las administraciones implicadas arrimen el hombro, ayuntamiento pero también Ministerio de Fomento y Confederación Hidrográfica del Ebro titular ésta última del Canal. Que se actúe en la pacificación del tráfico, como ocurre en otros tramos en que los vehículos circulan en un sentido por cada orilla allá donde resulta posible. Que se posponga la intervención en la zona donde en un futuro urbanizarán los promotores (Planes Parciales 35, 36 y 38) y que deberán soportar las correspondientes cargas. Que se lleve a cabo el deslinde del dominio público hidráulico como garantía del interés general. Que el Gobierno de la ciudad ejerza sus competencias en materia de inspección y disciplina urbanística.

Un viejo refrán sentencia “unos por otros y la casa sin barrer”. Y, a la vista de los contactos mantenidos por esta Asociación, corremos el riesgo que nos hallemos ante esta situación: un área municipal que no se pone de acuerdo con otra área del consistorio, una la Confederación Hidrográfica del Ebro que se llama a andana como si la historia no fuese con ella, una la iniciativa privada que va a “lo suyo”…

Pero la ciudadanía debe saber que nuestra voluntad es continuar con una reivindicación, como con tantas otras,  justa. Que con todo nuestro empeño, y esperamos que con el de muchos vecinos, se destierre la lamentable foto fija  con que Sender se despedía de la Quinta Julieta: Fui a la quinta yo solo. Aquello comenzaba a tener un aire desolado. Algunos árboles desnudos, otros amarillos, hojas secas por las avenidas, la superficie del lago rizada por ráfagas violentas parecían alusiones al olvido y a la tristeza de las cosas que acaban. El amo estaba enfermo.

Juan Carlos Crespo

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